Hoy, a un mes del fallecimiento de Valdo Delgado y Eduardo Pinto, publicamos el recuerdo de dos de sus colegas.
Nos hacían bailar el alma
El músico ideal
Escribir una semblanza de un amigo que acaba de partir a un lugar mágico es difícil
No me alcanzaran las buscadas palabras en mi escueto lenguaje.
Simplemente, recuerdo 3 imágenes imborrables en este momento.
1º) CUANDO LO CONOCÍ: yo era guitarrista de los Niños Cantores de Mendoza (allá por 1992), y ensayábamos junto a Aníbal Cuadros, Tilín Orozco y si mal no recuerdo, Pepe Sánchez en la percusión.
En un momento se paró el ensayo porque llegó una señora con un niño gordito de pelo largo con unos bongoes bajo el brazo. Y lo hicieron tocar. Impresionante…! Nos quedamos boquiabiertos. Era él: EDUARDITO PINTO, que finalmente entró al Bachillerato Artístico Musical (secundaria de los Niños Cantores), donde aprendió su ABC de la teoría y solfeos musicales, además de descubrir instrumentos que luego dominó
2º) CUANDO LO ESCUCHÉ LA ÚLTIMA VEZ: el 26 de dic ppdo, en el Bustelo, acompañando Patricia Cangemi en un tango (NADA) SOLO CON EL BAJO!. No hacía falta ningún otro instrumento!. Él lo hizo sonar de una manera que nos dejó a todos lo que lo estábamos escuchando (y que lo admiramos) también con la boca abierta. GENIO!
3ª) fue la última persona-músico-amigo e integrante de mi banda (BandAncha) que saludé en el Bustelo ese 26 de diciembre, con el auditorio aún de pie; antes de bajarme del escenario. MUCHAS GRACIAS (entre otras cosas) le dije…
MUCHAS GRACIAS EDUARDO QUERIDO, porque los que tuvimos la posibilidad de conocerte, arriba y abajo del escenario, como colegas o como mero público melómano, has producido lo que un artista sueña, comunicar sensaciones, de las mejores. Y ni hablar de las risas por sus comentarios, ácidos y no tanto.
SI tengo que encontrar algo “bueno” de este tristísimo momento, es que ha dejado su semillita en esta vida terrenal, sangre de su sangre, su primogénita, que nacerá en abril y que seguramente – como Angelito de Dios - ya debe haber sido conocida y mimada por su gordo y barbudo papá, en el mejor lugar que podemos anhelar los hombres de bien.
Te extrañamos “EH PINTOR…!”
Pd: no me olvido de Valdo. La imagen que me queda de él es su amplia sonrisa, bonachón y laburador, muy laburador, buscador de sensaciones a través de ese diminuto y ancestral instrumento que es el charango. Compañero inseparable en su riquísima vida profesional, espero que ambos estén haciendo disfrutar a “los de arriba” con sus “MILES DE NOTAS” musicales.
Javier Rodríguez
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